El trompo
closeEn la Plaza de la Txantrea, cuarenta años después, los Marea volvimos a pisar el lugar en el que comenzó […]
01. En las encías
Marea
02. Un hierro sin domar
Marea
03. Muchas lanzas
Marea
04. Jindama
Marea
05. La noche de Viernes Santo
Marea
06. Ocho mares
Marea
07. Copla del precipicio
Marea
08. El temblor
Marea
09. Pajaros viejos
Marea
10. Pecadores
Marea
Seré como una faca en la garganta
de un amor interrumpido.
Mi voz es un pulmón tan renegrido
como el agua de fregar.
Me suena, en las encías, el destino,
como una seguiriya con bozal.
–Eduardo, llévame a Cantocochino,
que no quiero ver el mar.
Seré un trozo de luna
podrido y resiliente;
el dueño silencioso
de una lengua candente.
Seré el cuerpo presente
que se metió el futuro en el calzón.
Que el aire en la avenida,
por siempre emputecido,
me traiga, en las alforjas,
lo que pudo haber sido.
Que el barro desabrido
se coma, en Berriozar, el corazón
que quede de mí.
Me estampo contra el raudo calendario
a la espera de otra nube;
no salen ni las cuentas del rosario,
si me da por no morir.
La tromba llegará hasta la rodilla,
la tarde que me empieces a llorar;
cuidado con Peter Pan, mi Campanilla,
no lo tengas que velar.
Seré la fosa errante
de un verso maloliente
que no encontró el sentido
a no querer quererte;
que se bebió los ríos,
y fue a desembocar en tu rincón.
Quizá, el poema en celo,
que se jugó los dientes,
te muerda como nunca,
ladrando como siempre,
y vuelva del hastío,
quemando su navío en el sillón.
Seré la desvergüenza de un tal Judas,
que treinta veces te niegue –y luego más–;
que se ha metido una vela tan cruda
que no la puede tragar.
Buscaba en las alturas pala y pico;
buscaba la ballena de Jonás.
Me fui a desenterrar a Federico
para nunca regresar.
¡Ah del castillo! Vengo najando;
de los ondunares me estoy escapando.
¿Quíén me abre la cancela?
Muy de vez en vez, y muy de cuando en cuando,
saco los ladrillos que he estado randando:
son de la rancia escuela.
Poseo un mirlo blanco que viene por detrás;
que cierra los estancos; que quiere enseñarme a llorar.
Tengo un freno mulero que lo quiero regalar:
conmigo no ha podido y tampoco podrá.
Abre el pestillo y la gatera,
y que le den por culo a tanta primavera;
que ya me está cansando.
Se quedó varada con su cantinela;
con el pelo negro de avivar la hoguera...
Y sé que no es para tanto.
Tenía un rayo verde, pero se me apagó,
y no encontré el pesebre que dio de comer al cantor.
Se me pasó la fiebre y el otoño se pasó;
solo quedó diciembre…, su agonía y yo.
¡Qué más quisiera que vinieras a mi funeral!,
pero me emperro en ser un hierro sin domar.
Que me pusieras un recuerdo en el ojal
y, luego, fuego que recuerde lo que he sido.
Del baratillo estoy colgando:
todo lo que pillo lo voy amasando,
y no me entra en la mollera.
Sigo con el alba de los albañiles;
con la barahúnda de ferrocarriles;
con la naranja entera.
–Ya tienes el pasado por delante:
quisiera ver lo que haces con el cieno.
–Lo mismo lo recojo, a ver si me hago un nido
que tenga un alarido trashumante,
lijado por un torpe carpintero...
Y dejaré a sus pies el mundo prometido.
Me puse a rezongar, y se hizo tarde,
y entonces ya no quise ser palmero,
ni ser aquel chiquillo de la vez primera.
Y ahora que no hay palo que me aguante,
posado en la baranda del tintero,
espero la llegada de cualquier cualquiera.
De pronto, una pisada me desperezó.
Lloraba que cortaba la respiración,
pidiendo que me desenamorara,
que le dejara un beso en cada llaga:
me dio una cuchillada y desapareció.
Arranco, de mañana, en un alarde
de ganas de vender algo de insomnio,
y paso por tu puerta sin rendirte honores.
Y ofrezco siete mil chorros de sangre,
llegados de la fuente del Camborio,
a quien me traiga vivo al que vivió de amores.
La aldaba, no sonaba cuando esclareció;
gemía, y no podía… Y se reía el sol.
Me tuve que beber la madrugada,
que todavía sigue, desbocada,
trotando por mis venas, como un percherón.
En mi pecho, se han partido muchas lanzas,
y sus trozos fabricaron mi esperanza,
tan sedienta porque, al fondo de mi alma,
hay un pozo, pero la soga no alcanza.
Se caen los anillos en el nacedero
que sigue penando por mí,
que anhela encontrar el calor
que un día me dio, por si echaba de menos
el sitio de donde partí,
y a mi calavera esperó.
Cinco esquinitas tendrá siempre mi cama;
cuatro macarras de barrio me la guardan
y la custodian a punta de bardeo.
Y cuando estoy de bostezar,
salen los bichos y los nichos piden más,
entre los gritos de “¡Soltad a Barrabás!”.
Mientras, fallece Morfeo y se levanta el deseo.
Háblame, madre, ¿por qué tengo jindama,
si los bandidos cuidan de la camada
y harán que caiga maná de sus cabellos?
Que en tu regazo quiero hallar
un calabozo que me sepa a libertad,
para, con ella, ser la envidia del penal
con los barrotes más bellos...
Con los más bellos.
He florecido con tanto ruido
que el trueno me habita la piel
–la ciencia, llegó de Plasencia y de Carabanchel–;
hijo del hambre, enfebrecido,
jamás dejaré de perder si quieres perderte conmigo.
Duérmete, niño, que son afiladores
los que te silban y anuncian los albores
de los caminos de dagas y puñales,
en donde habrás de tropezar
porque quisiste acariciar a Satanás,
encandilado por su aliento y el manjar
que te mitigue los males...
Todos los males.
Llegó rumiando piedras, tras caer,
surcada por las cuerdas del serón.
La lluvia, recogida en puño, demasiada piel,
demasiado que perder… Pero todo lo perdió.
Venía mascullando su oración,
luciendo el Altozano en el costal,
bullendo –igual que bulle el miedo sujeto al ronzal–;
arrastrando el sinsabor de su sola soledad.
Enséñame tus alas de zorzal,
aburridas de rezar entre el brillo y el espanto.
Tu aliento de tomillo, tu verdad,
tu mirada de humedal, tu dolor de Viernes Santo.
Traía, en las ojeras, una luz
brotando de la grieta que pintó.
Quería que su romería fuese multitud,
y, el de los brazos en cruz,
nunca, de ella, se acordó.
Enséñame esa noche que tendrá
una senda que labrar, que me cubra con su manto.
Que no me despedace al recordar
que no pude remendar tu dolor de Viernes Santo.
Y en esta orilla, que chilla de tanto aguantar,
fue la costilla rota de Adán;
la de la vieja Andalucía rebuscando pan;
la que ha masticado el sol;
la salina de mi sal.
Enséñame tus alas de zorzal,
aburridas de rezar entre el brillo y el espanto.
Tu aliento de tomillo, tu verdad,
tu mirada de humedal, tu dolor de Viernes Santo.
Enséñame esa noche que tendrá
una senda que labrar, que me cubra con su manto.
Que no me despedace al recordar
que no pude remendar tu dolor de Viernes Santo.
Soy esqueje de la estera
que se duele, y se sacude,
y que no hay quien desanude.
Soy del mismo cordón
con el que se ahorca el macho
que se sabe cucaracha;
que se agacha si me agacho.
Hoy..., mi enemigo soy.
No me enteré del desembarco,
y solito me quedé,
con una pluma en cada flanco,
roneando en un papel.
Soy la sombra que guarece;
el ombligo desmedido
que siempre es lo que parece.
Soy medio corazón
y asesino de otro medio
que murió por hijoputa;
porque no tengo remedio.
Soy..., casi nada soy.
Creía que no habría fiera
que rompiera el cascarón
donde escondía la llantera,
y la casa se inundó.
Regresará mi algarabía
a decir que levantó
el faldón de estos lugares
en donde no despunta el día:
¿Quién diría que no soy
el que sobra de ocho mares?
Soy rumor que desescombra;
que se sabe resabiado;
que se encoge si te nombra:
estoy fuera del montón.
Y seré del que me olvide;
de la acera traicionera;
de los tuertos que me miren…
Hoy..., de mi mano voy.
No me enteré del desembarco,
y la casa se inundó.
Regresará mi algarabía
a decir que levantó
el faldón de estos lugares
en donde no despunta el día:
¿Quién diría que no soy
el que sobra de ocho mares?
Regresará como quería:
cuando se baje el telón,
retozando por los bares.
Regresará y no será mía:
¿Quién diría que no soy
el que sobra de ocho mares?
Hermoso, como el nombre de una puta,
será ese destello en que ya no me quiera...
y yo resucite herido de humo y de gente;
de paños ardientes; de antigua simiente
que la vida me dé..., y la vida me quite.
Acudo cuando me afloja los nudos;
me libra del yugo y le dejo probar
mi flema sangrante teñida de balas perdidas;
de aullidos ajenos;
de puro veneno que la invite a volar:
que la desencante.
Me sacará de aquí; la sacaré de quicio.
Que duerma quien pueda dormir:
con todo por decir, no se oye ni un suspiro.
Me intenta descoser; me asomo al precipicio.
Que corra quien quiera correr:
con todo por hacer, me quedaré contigo.
Oscuro, como una noche de lobos,
me juro y perjuro que no habré de volver
a los madrigales, y escapo del escalofrío;
de los amoríos que llegan tardíos;
del ebrio fulgor de saltos mortales.
Subirá el azogue en cada estancia
si nos ven entrar como elefantes, perdidos,
en busca de otro derrotero;
quizá más inocente, menos resentido,
que no se desviva en lo vivido;
que muera por ver un horizonte nuevo.
No comimos nada: contamos veinte.
Con el mercadeo más urgente, danzaron
las uñas de los taberneros,
repletas de planetas; de tabaco y plata;
de la libertad que desbarata los sueños
de aquellos que nunca durmieron.
Tan harto de ternura y de tanta picadura, amor,
ungido, me abracé al rugido que me enamoró.
Después, me encomendé a la bruma
que puebla el último atolón;
que enviuda y amanece, muda,
con nuestro temblor.
Volverá el temblor.
De la retirada, no fuimos hijos:
fuimos la palabra y entresijos dorados;
la levantera y el calambre.
Nos queda la certeza de sabernos vivos,
nunca vencedores ni vencidos; regados
por lo que queda del estambre.
¡Qué hartura de tormento –tormenta tierra adentro–, amor!
Me cansa la caricia mansa de su resplandor,
que abrasa aquel renglón torcido
que se vistió de perdedor…
Si yerra, me hablará la tierra, y llegará el temblor.
Volverá el temblor.
Espérame un momento: voy a volar los puentes
por donde cruzaron Bambino y Morente,
la Lola, y el Paco que más alumbró.
Y es que no quiero que dé la hora
del caladero a donde se fueron
Farruco y Pastora vendiendo su flor.
Y Pasos Largos, y Joselito, y Valderrama,
y el Torta, y Panero, y el sueño maldito que los embaucó.
Que nadie vaya a escarbar a la llanura del cielo,
que está el Ventura cogiendo vuelo...
Doliendo en los duelos.
Baila que te baila con la cojera,
vendrá La Catrina, será tempranera,
y mi tos cigarrera no habrá de escuchar.
Tan solo queda soñar con la Fernanda y el Jero;
con Juan Talega, y el carbonero
del ascua en que muero.
No seremos los huesos comidos a besos
que el tiempo guardó: seremos pellejo.
Ni tampoco aspaviento ahuyentando a ese viento
que nos devoró: seremos pájaros viejos.
Quédate a mi lado, a ver qué nace
del vientre marchito de estrellas fugaces
que anhelan la nada... Y nada nació.
Y en una gota con sal, se irán las guerras ganadas,
y tus pisadas también se irán, de polvo colmadas.
¿Qué será del pañuelo
que su llanto nos dio,
repartiendo consuelo?
¿Qué será de los dos?
Te pusieron pecadora,
por besar al trovador
que ahora nunca llora a solas
y reniega de este sol.
Pecador seré a tu lado,
y también mi corazón,
por poner sangre en mis manos,
de tanto matar a Dios.
La maraña que tejimos,
nunca pedirá perdón:
vamos a escupir el vino
contra el cielo que se abrió.
¡A mí, pecadores, pisando las flores!
Maldigo ese cáliz que nunca existió.
Pecadores en las camas,
pecadores entre llamas,
pecadores contra el tiempo y el reloj.
Pecadores de ceniza,
pecadores hechos trizas:
pecadores maldiciendo al Creador.
01. Bienvenido al secadero
Marea
02. La majada
Marea
03. Sobran bueyes
Marea
04. El día que lluevan pianos
Marea
05. Canaleros
06. Ojalá me quieras libre
Marea
07. Ángeles del suelo
Marea
08. Las últimas habitaciones
Marea
09. Plomo en los bolsillos
Marea
10. Pendimento
Marea
Agua que reconcome, desgasta y taladra,
no mojará mi posada sin luz,
que aquí me atrevo a enjaularla y decirle de todo
y se me enamora,
vuelve cuando me encuentro salvando los muebles
para apilarlos y darles de arder,
para que ría y se haga de día sin amanecer,
sabe que la convido a comerse las llaves
del purgatorio de mi naufragar,
que no conozco yesaire tan fino que luzca mi carraspera
y temple mi torpe envite de acero caliente
para joder con las patas de atrás,
y dar la vuelta y buscar la reyerta en otro trashumar,
bienvenido al secadero, ven a ver el desconcierto,
que tocan a muerto los kinkis besando con saña, los poligoneros,
los fakires que se acuestan junto a mí
y apuntalan, escupiendo al viento, mis entrañas de viejo,
saca pa los mosquitos el clavo y la albahaca,
que una ambrosía por fin sacaré
de mis recuerdos infectos en donde no flotan las carabelas
llenas de redileo, trasquile y cadenas,
pero este sauce quiere sonreír,
y en adelante le queda el desplante para resistir.
Recuerdo cuando te hablaba de las nogueras,
golpeando con los nudillos en la encimera,
con mi grito quejumbroso de arroyo turbio,
traje mal bajío, me llevé infortunio,
allá donde el vino mana en la sementera
y ondean las comadronas sábanas secas,
donde se abate sin prisa a las nocheviejas
con los tiros mudos de penas añejas,
aventando silencio le quito el precio a mi soledad,
la desato y tirito, que no está escrito, pero estará,
en todos los soportales, como quien mancha el ajuar,
que he querido a dentelladas y ya no hay nada que desatar,
y ahora que una majada son mis adentros,
y el cuenco medio vacío me da sustento,
sostengo sobre los hombros otro derrumbe,
no será su estruendo el que me deslumbre,
los sinsabores son las flores que perdí
mientras la orquesta no dejaba de tocar
y yo tiraba por la borda el pedigrí
que me hizo hombre que en las nubes quiere hozar.
Bailo como baila la Tarara para los muchachos,
cuando se vayan lloraré para que beban los gusanos
de la savia que no han querido los gatos
y el establo encharcaré,
ando igual que un toro sin resuello que enseña la frente,
que lleva en cada cicatriz luciérnagas resplandecientes,
y levanto polvareda en las tabernas
si la luz no deja ver,
renqueando, los jamelgos,
vienen raudos a mi encuentro,
en esta casa sin leyes,
no me pesan los aperos,
ni quién llegará primero:
en mi yunta sobran bueyes,
los visillos descorridos van a pronunciar mi nombre
y la mierda lamerán de la cresta que me sobre,
sin replicar,
renqueando, los jamelgos,
vienen raudos a mi encuentro,
en esta casa sin leyes,
no me pesan los aperos,
ni quién llegará primero:
en mi yunta sobran bueyes,
las cloacas no sollozan si no las toca el calor,
ensombrecidas,
la penumbra está risueña y se empapa del color
que yo le pida,
y cuando digan que en este remanso
el dolor no se durmió,
será mentira.
Adiós, decía el estampido y yo
detrás de su reflejo fui,
sujétame un rato este sol, te dije, y ya jamás volví,
y con tanto rumiar las briznas me olvidé
de echarle más pelusa al ombligo y, tal vez
debí mirar atrás y preguntar si ayer
la lontananza era limpia y la senda también,
será que mi cansino caminar
no ronda por la puerta de
aquello que llaman amor,
y en el alféizar me quedé,
mirándote al pasar, queriéndote ofrecer
el pienso de tan lejos que no pudo ser,
y te quiero contar que nada me amparó,
así que mal y tarde te pido,
quédate hasta el día que lluevan pianos,
quédate hasta que yo dé mi brazo a retorcer,
y fóllame, como si esta noche me fuera a comer
las estrellas una a una,
quédate, jugará tu corazón al esconder, con el mío,
en la basura,
contar las puntadas sin hilo es
lo que me queda por hacer,
que dicen que tan necio soy
que no he sabido enloquecer,
pero juré enlutar los tumbos que bordé
y levantarme cabal y maldito por ti
y, al decirle al papel que sigo estando aquí,
el eco me devuelva el gemido.
Déjame que descuelgue las campanas,
de tanto redoblar se me han quitado las ganas
de alante y atrás, de amargo tañir,
y sangre me sudan los pies,
qué mierda de don Juan, que se harta de reír
cuando se tropieza frente a la platea
y se esfuma feliz perdido en la zorrera
mientras se despluman pollos de pelea,
los cisnes me embarazarán la cama
y a la hora de parir se me volverán ranas
y yo segador queriendo arrancar vigilias,
ya sabes por qué,
que para pisar Cristos me basto y me escondo,
guardé entre las muelas rosarios a miles
que anego con ron como si no doliera
y sigo vadeando mis Guadalquivires,
no se cegarán los claros nunca más,
brillarán las alcayatas, canaleros cantarán,
desperdiciando lingotes voy al trote
y sé que no voy a llegar, perdiguero, ¿adónde vas?,
y mañana no será lo que Dios quiera,
que será el mismo balar, aburrido y con ceguera,
desencanto, seguro que truena y que no es para tanto,
la vida se desbordará del cubo, se me encabritará,
me tirará el embudo, ¿pa qué quieres más?, dejémoslo así,
tú ladra, que yo roncaré,
no se cegarán los claros nunca más,
brillarán las alcayatas, canaleros cantarán,
desperdiciando lingotes voy al trote
y sé que no voy a llegar, perdiguero, ¿adónde vas?,
Busca a mi dueño, te cansarás.
Qué bien te sienta la tarde
con lo que ha llegado hoy a nuestro jardín de mármol,
de líquenes buscando limoneros con aullidos milenarios,
han venido picarazas
a peinar con su canción el cabello sonrojado
y mustio del crepúsculo caído donde mora el desencanto,
todas las horas jadean
si el ocaso no se está en tus ojos desangrando
y los párpados bostezan y enmudecen como mirlos desolados,
sola queda la cañada
y embriagados los infiernos de mi olor,
y será fiero el futuro que castigue,
que descubra en ceniceros lo que no te dije,
voy a desligar las tibias de este diábolo sombrío
que hay veces que no se acuerda
de que sigo siendo un niño,
y sé que no habrá sedales cuando te hiera mi ausencia,
ojalá me quieras libre, ojalá me quieras,
acuérdate del tragasables que tus lunas derritió
con su forja miserable,
apiádate de los zarzales que tan huérfanos dejó
junto a humeantes panales,
voy a desligar las tibias de este diábolo sombrío
que hay veces que no se acuerda
de que sigo siendo un niño,
y sé que no habrá sedales cuando te hiera mi ausencia,
ojalá me quieras libre, ojalá me quieras,
yo te querré deshecho, te querré en la roca viva,
te querré en todos los versos
que no quieran tus pupilas,
yo te querré en la acequia, te querré en la cumbre fría,
te querré cuando el fantasma de tu voz venga a por mí.
Despójate de pájaros lastimeros
que están poblando el navío que fabriqué
con lápices altaneros repletos de heridas,
en él no hay barandal para colgar los pañuelos
y no entran ni credos ni noches cerrás,
ebria estarás de luceros, yendo a la deriva,
resguárdate en mi ladera mullida
que no hay cornisa que aguante este atardecer
que no podrán arrastrar las alcantarillas,
ayúdame a encerrar a las rapaces que buscan
cagar mi sombrero para blanquear
sus cenagosas orillas,
haremos conejeras y que entren las ojeras
de ángeles dolientes que están
tal que brevas maduras
maldiciendo la altura de la libertad,
que en los umbrales mueren,
los astros no los quieren,
tampoco aquí descansan en paz,
estas campas resecas, incendiadas y huecas
los envenenarán,
acércate a mis desnudos solares
que son los altares en los que acribillaré
por siempre a estos putos cielos.
Se apoyaron en mi quicio y coroné
sus cabezas con tormentas,
y para trapos quedaron las colchas
después de perder la cosecha,
y me duelen, y les duelo
cuando afilo el vidrio que rasga su vientre,
se avergüenza el deshollinador
de dejar el camastro rusiente,
tan rusiente,
si me confieso inocente volverán
a lacerarme el costado,
germinarán azabaches ladrillos,
edificarán el Calvario,
se desvisten las rameras
de mantillas rojas y cauces serenos,
y barrunta el estómago que
volverán los erizos hambrientos,
juntos hicimos con cuchillos ese hogar
que se otoñaba con hogazas cada vez
que la desdicha lo embestía para entrar
a revolver,
se desteñirán la rabia y el pelaje,
se agrietarán en los estíos
y, harto de bregar soltando correajes,
dormitaré entre el gentío,
cociné mis migrañas
con los hornos a todo gas,
y nos dimos un festín de intestinos,
regamos la grama, quisimos vagar.
La sed, remite y me repite cuando estás
cortando las aletas del salmón
que el río sólo quiso azulejar
para que no mordiera con fauces de ratón,
que no hacen mucha mella pero van
royendo las raíces cuando dices que te vas
en usca de otras alas que te ayuden a cruzar
con plomo en los bolsillos,
robé el grano a la gallina y al halcón,
lo siento, pero tuve que correr,
venían los demonios hacia aquí
cargando las trompetas,
y desde que no estás, despinto pesadillas para ti,
no caben más pecados en tus manos y, aun así,
recoges hasta el musgo que amuralla mi pesar,
que blinda mi esqueleto,
no le hagas caso al barquero,
que en volandas no te llevará si le faltan los besos,
que agazapado está como verruga ardiendo
que no ha de morir y que espera el momento
para rebrotar,
busqué refugio en otros lares y, al serrar
mi sueño tan despacio desperté
en el prado baldío donde están
muriendo los corderos,
por eso regresé, más áspero y cansado a este compás
que marcan las agujas pregonando que viví
entre tanto alboroto que no me paré a escuchar
el crujir de retamas.
Estoy en el terruño en el que quise y, sin embargo, no,
no me apetecen las perdices, dame de beber
caldito de tu calentura, quiero pura hiel,
de ti será mi borrachera,
quiero verte pasear por la Sevilla de Silvio,
mi mano desentrañar picoteando delirios,
de punta en blanco dirás: quiero morirme contigo,
seré arcilla en cada cerradura si lo quieres tú,
¿por qué dejas la celda abierta?, no quiero saber,
naciendo fuí perdiendo el norte y olvidando el sur,
sin ti será mi desventura,
hoy te invito a zapatear lo que nos cante El Cabrero,
a llorar por soleá e inundar el mundo entero,
de punta en blanco diré: quisiera envolverte el cielo,
cada noviembre volveré a morder como un pájaro caduco cualquier suelo,
y de pronto aletear hacia el invierno, y en su aliento padecer
para remontar de nuevo,
vamos a desempolvar los melismas de Molina,
Málaga de Tabletom, y en su locura divina,
de punta en blanco diré: te voy a entregar mi vida,
nuestra espiga irá a buscar la cava del Agujetas,
el coraje engrasará las ruedas de su carreta,
de punta en blanco dirá: ¿Dónde fueron los poetas?
01. Entre hormigones
Marea
02. Petenera (en carne viva)
Marea
03. Con la camisa rota
Marea
04. Duerme conmigo
Marea
05. Mierda y cuchara
Marea
06. Manuela canta saetas
Marea
07. Que se joda el viento
Marea
08. Romance de José Etxailarena
Marea
09. Corazón de mimbre (con Iratxo)
Marea
10. Por cuatro perras (con Mario y Vito de Sinkope)
Marea
11. Nana de quebranto (mala sombra) (con Brigi de Koma)
Marea
12. La luna me sabe a poco
Marea
13. Alfileres
Marea
14. Despellejo
Marea
15. Trasegando
Marea
16. Ciudad de los gitanos
Marea
17. Los mismos clavos (con Rafaél Borja y Feíco Chico)
Marea
18. Pan duro (con Carlos Chaouen)
Marea
19. A caballo
Marea
20. Como los trileros
Marea
21. El perro verde
Marea
22. Marea
Marea
01. Paloma que pierde el vuelo (El Fary)
Marea
02. En un mercedes blanco (Kiko Veneno)
Marea
03. Cada noche (Barricada)
Marea
04. La sangre, los polvos, los muertos (Eskorbuto)
Marea
05. Eutsi goiari (Música: Popular. Letra: Oskar Estanga)
Marea
06. Chica de la ciudad (Barón Rojo)
Marea
07. La vela se apaga (Parabellum)
Marea
08. Crazy like a fox (Motörhead)
Marea
09. Señora (Joan Manuel Serrat)
Marea
10. El Luis (Mala Fama)
Marea
11. Carta a los corintios según Sor Kampana (Música: Marea. Letra: Sor Kampana)
Marea
12. Marea – Versión acústica (Canciones incluidas en el disco Encuentro Cantautores 98.)
Marea
13. Un cuarto sin ventanas (Canciones incluidas en el disco Encuentro Cantautores 98.)
Marea
14. Desencuentro (Canciones incluidas en el disco Encuentro Cantautores 98.)
Marea
15. Malos despertares (Canciones incluidas en el disco Encuentro Cantautores 98.)
Marea
01. Entre hormigones
Marea
02. Aceitunero
Marea
03. Por cuatro perras
Marea
04. El trapecio
Marea
05. Mierda y cuchara
Marea
06. Mil quilates
Marea
07. Petenera (en carne viva)
Marea
08. Nana de quebranto (mala sombra)
Marea
09. Me corten la lengua
Marea
10. La hora de las moscas
Marea
11. Los mismos clavos
Marea
Sigue durmiendo, que no quiero que me veas
escupiendo los flecos de tu falda otra vez,
que encontré por los bares y me los metí a pares
entre el hueso y la piel,
sueña despacio con mi palacio,
que es el paraíso en que piso aunque sea un mojón
con tu nombre escrito por los rinconcitos
de su corazón,
cuando despiertes caerás conmigo en el barrizal,
y entre hormigones me verás, entre lunas de alquitrán,
entre sus pezones tiesos,
con las persianas levantás, que a la puta oscuridad
le sobran besos,
si estás cansada yo te vigilo las hadas
que se van en manada con un trote cabrón,
a lo alto de un cerro
para ver el entierro de la imaginación,
sigue roncando y, de vez en cuando, afloja correa
que veas que yo sigo aquí,
de mala ralea, siempre de berrea, queriendo gemir,
cuando despiertes estaré con los charcos en los pies,
y entre hormigones me verás, entre lunas de alquitrán,
entre sus pezones tiesos,
con las persianas levantás, que a la puta oscuridad
le sobran besos,
aquí estaré, esperando a que pises
todas las mañanas grises y las tardes tuertas,
aquí, de pie, quejío de la acera,
el martillo para espejos de no ver,
querrás saber de tantos manantiales
que en mi boca desembocan como lava hambrienta,
te contaré que nunca fui un poeta,
para las arrugas viejas soy José.
El cristal de mi pecera tan sólo lo ensucias tú,
cuando dices: Romero, que solo estas,
no es pa tanto, haz el favor, abre la luz y cierra el gas
que se van los churretes de sudor del ataúd,
y el olor de cantaores al llorar,
y mi luna de Jaén baja de luto a caminar,
aceitunero el sol,
y el cante de ese grajo que en mi garganta no quiere anidar,
aceitunero yo,
si un día fui camino, pues hoy muele molino, y a rodar,
aceitunero el sol,
con dientes en las botas, mordiendo a las gaviotas al pisar,
vareando poetas para hacerlos hablar,
el morral donde guardo lo que he sido se perdió
con los callos del mango de la sartén,
mis alhajas, mi mortaja, con todo lo que ahora me da igual,
me quedó una rienda hecha en cuero de tu piel,
y el fragor de chiribitas al mirar,
unos pies de enredadera y ratoneras para el despertar,
aceitunero el sol,
que prende los fogones del pecho del que lo quiere mirar,
aceitunero yo,
llenitos los bolsillos de aromas de membrillo y de galán,
aceitunero el sol,
muriendo a las mañanas cayendo de su rama a mi trigal,
para hacerme una lumbre,
aceitunero el sol,
que se acuesta en los mares y siempre le quitan algún retal,
aceitunero yo,
que asusto a la simiente con mi voz de aguardiente al acunar,
aceitunero el sol,
el árbol de pesares que nunca deja ver el robledal,
aceitunero soy,
y los sacos no dan abasto de olores,
de sillas de anea, de tantos sudores,
de anís y pestiños, de lechos de almendra,
de bolas de enebro, de más corazones,
no caben más gatos con sus cascabeles,
con sus noches muertas para que las vele,
no cabe ni siquiera la luz.
Contigo me despeño sin saber adonde vamos,
y que mis poemas se los coman los marranos,
que mastiquen las piedras que duermen en mi paladar,
si nos salen raíces tendremos que arrancarnos,
si no es suficiente nos pondremos a despulgarnos,
que sean pa los cochinos nuestras liendres miguitas de pan,
se comerán los cerdos los sueños que no tuve,
que tuvieron ganas de follarse hasta las nubes,
que saben que mi ventolera fue sólo ladrar,
saben que la razón ni me falta ni me asiste
y tengo corazón pa que no te pongas triste
y juntitos, no teniendo nada, sobre la mitad,
a bellota me saben los labios, a mierda la boca y a barro las manos,
cuando no nos vemos y al ladito estamos,
a bellota, de hocico en hocico, de tanto dolernos, de meter el pico,
de no despiojarnos,
lo que les sabe a humo, a mi me sabe a tierra,
y, aunque mis gruñidos los vendí por cuatro perras,
me queda un poco de tinta para emborronar,
y apagar las colillas en todos los recuerdos
que fueron semilla pero ahora son crisantemos
que esperan que, envuelto en madera, los vaya a besar.
Ya no me estorba el ruido al crecer de la hierba,
la ruina manando en las fuentes,
ni el aletear de jilgueros que enturbian las venas,
que haciendo leña de patas de cama y timones
espanto a todas las culebras
y remonto el río a traspiés,
si las cuerdas del trapecio las corté
fue para subir y atarlas y ver a la luna otra vez,
y volverlas a cortar una y mil veces
y boquear como los peces cuando les toca perder,
me desentraño y el eco suena en la despensa,
yo sé que vendrá a desquitarse,
él sabe que me ha de encontrar por las mismas callejas,
vendiendo tumbos, sin rumbo, coraje, ni prisa,
vertiendo minutos de arena y haciendo sendero al caer,
y el trapecio me regala calderilla
para verme de rodillas, pero no le rezaré,
de las mechas que ha prendido en la penumbra
soy la que menos alumbra, y es que nunca quise ver,
y cuando me araña las tripas la zarza de pena que escondo,
me mezco un ratito en el ancla que lastra mi vida y que no llega al fondo,
poco me importa, quizá despojarme del cieno
que me habita entre las orejas,
si acaso ensuciarme el regazo para,
si se va todo a la mierda, reírme entre los lamparones
y que la humanidad entera mañana se muera y dé igual,
no quiero ser más que el esqueleto de lo que he sido,
que cuenta al oído su penar,
sólo el murmurar de los cimientos enloquecidos
que nadie ha podido desflorar.
Cuéntame, dime quién te ha colgado el mar de las pestañas,
y ahora dársena de estiércol se tornó la comisura de los besos,
sed de limón, cimbrear como las espadañas,
y en el hueco de mi espalda y la pared
cuelga tu nido del revés,
y cada huevo parido es nada,
y cada beso en la boca es nada,
como si no hubiera pasado nada,
un reguero de luna será nuestra casa,
de esta luna tan puta de pechos de plata,
será el arrullar de la libertad
que tiene cogida pa ti y para mí en la goma de sus bragas,
cuéntame del llover, de los días de mierda y cuchara,
de la rara podredumbre del querer cuando no falta de nada,
porque sé que el saber no sirvió para dañar tus labios,
y que te sobra todo lo que va después,
del “yo te quiero” y “yo también”,
y mi costilla arrancada es nada,
y cada trino quebrado es nada,
que fuimos, somos y seremos nada,
aguacero de soles caerá en nuestra cama,
que sólo quiere amores de piernas mojadas,
y dejarnos prender, que no es menester,
ponernos en pie, tú como luna en celo y yo como una cabra,
regaré sin querer con silencio de estrellas tu cuarto,
que no anhela más que el grito del papel
en el que he escrito mi quehacer,
que nunca más servirá de nada,
si su tronío se queda en nada,
cuando su savia ya no riega nada.
Menos azul y más negrura al agua pura sin color,
la polla dura congelada en el arcón,
no quiero besos cuando empiece el tiroteo,
que el rechinar de los muelles de somieres cuando quieren galopar,
es soneto y melodía y poesía de verdad,
y no tonterías del viento,
dame marrón y llévate blancos de nieve y de encalar,
le saco brillo a mi gatillo de danzar
y las caricias se las guardas a tus muertos
que no sabrán si verdean los cipreses o se oscurece el coral,
si enrojecerán los meses de quererse levantar,
del rosa de los putos cuentos,
son camaleones vestidos de oveja
los ojos traidores que enredan madejas,
robando colores de los corazones de los que se dejan
pero del nuestro no,
que late tranquilo sabiendo que salen
detrás de sus hojas cientos de alacranes
que cuidan de que esté siempre en flor,
mojo en el gris que es más añejo y nunca pedirá perdón,
que el cobre viejo me deslumbra más que el sol,
de tan raídos los vestidos que se pone,
y a destilar con los puños de alambique los tabiques de este mar
y quedarme con la esencia, que es paciencia para andar
saliendo humo de los cojones,
son camaleones vestidos de oveja
los ojos traidores que enredan madejas,
robando colores de los corazones de los que se dejan
pero del nuestro no,
que late tranquilo sabiendo que salen
detrás de sus hojas cientos de alacranes
que cuidan de que esté siempre en flor,
si despertar son mil quilates de gloria bendita,
mejor soñarme remendando velas marchitas,
que ya estoy harto de remar, compañera soledad,
de tu puerta hasta la mía.
Descose telarañas goteando cuando llega la alborea,
y las pone a secar en la maleza de sus ojos que, al tronar,
le juran por los olivares que les dieron de amamantar
que van a dejar sin cabeza cada madrugar,
le rondan las pirañas y se apaña azuzando la mirada,
para alejarlas con las garrapatas que la quieren devorar,
y ser la neblina del bosque, que mira y no deja mirar,
penacho de invierno sediento de mi lagrimal,
de leña seca su ropaje, petenera su lamento,
en carne viva el carruaje que la lleva a sus adentros,
la sonrisa despeinada de ir en contra de los vientos,
de ir en contra de los vientos,
empalma hasta a los juncos que eran firmes antes de ser destronados,
y nunca se ha corrido con el ruido del gentío y su existir,
comadre de las musarañas, como en la canción del Martín,
que encuentra sentido al seguido del punto del fin,
de leña seca su ropaje, petenera su lamento,
en carne viva el carruaje que la lleva a sus adentros,
la sonrisa despeinada de ir en contra de los vientos,
de ir en contra de los vientos.
No te vayas aún y hazles palmas a los buhoneros,
que traen la talega hasta arriba de huesos,
que se han tirado la noche por mí desenterrando sueños,
y hacen aliño si me destiño y doy el día con la letanía de mi vertedero,
que no me cabe debajo del sombrero,
no te duermas con mi nana de quebranto,
que es el canto con el que despierta el sol,
llorando como un niño chico cada vez que le dedico
esta sombra que me dio, donde sólo cabemos los dos,
si me cuca un ojillo la parca yo encojo la pata,
pero la sonrisa siempre me delata,
déjame terminar de pintarle plumas a las ratas,
que cojan vuelo desde tu pelo,
donde vivimos desde que los suelos cualquier día nos matan,
si de ser cielo es de lo que se trata,
no te duermas con mi nana de quebranto,
que es el canto con el que despierta el sol,
llorando como un niño chico cada vez que le dedico
esta sombra que me dio, donde sólo cabemos tú y yo,
cavé mi fosa entre tus cosas, aburrido de haber sido el que más amor te dio,
también el que más fatiguita y palabras malditas camino del huerto,
sin saber si olía a muerto nuestro triste y asqueroso corazón,
peleándome con mi cabeza no me gana naide,
le falta cordura, me sobra vinagre,
y mala follá, y una boquita muy bien afilá,
que prefiere triscar en la hierba
antes que rendirle cuentas al aire,
si te quedas conmigo aquí, sabrás que mi palabra
viste de rojo carmesí,
dale cordel a su trajín, saldrá de mis entrañas
lo que vuelve en oro el serrín,
o en más sangre con la que escribir.
Me dijiste: “píntame”, y pinté una luna,
luna de cuarto menguante con un guante de podar,
que con la otra mano agita cacerolas
con el ruido de las olas que la tiene enamorá,
y lloraste al verla: “imagínate que te pinto yo a ti
un sol radiante y lo pongo delante pa cuando no estés”,
que me corten el gaznate si no veo que se baten
mariposas a tu andar,
si no lloro una bahía cuando estés loca perdía
de conmigo cojear,
te pedí que no me ataras y empezamos
con los nudos en las manos, los grilletes y el bozal,
que más tarde, cuando el día ya no ejerza,
con la camisa de fuerza nos pondremos a bailar,
y trastabillar entre tanto pie que no sabe trabarnos
ni sabe quitarnos las llaves del anochecer,
que mala muerte me venga o me rebanen la lengua
si te quise querer mal,
tú me diste tanta fiebre, yo te di perro por liebre
y nos quedamos en paz,
que si la noche se estaba encuerando no fue para verme,
lo que quería es cincuenta y la cama, ¿con quién?, daba igual,
con troncos viejos que con calaveras que esconden los dientes,
con dedos largos que nadie les queda para señalar,
con los muñones que escriben derecho en renglones torcidos,
con el olvido que siempre se acuerda de resucitar,
con los relojes que me echan las cuentas y no han entendido
que no me he rendido, quise fracasar,
que me ronden moscardones al olor de los cajones
que una vez cerré por ti,
si palpitan cremalleras al compás de primaveras
que no las quieren abrir,
que se caiga el sol a cachos, y con él el dios borracho
que te quiso hacer sufrir,
que te echó su mal aliento que yo transformé en cemento
para hacerte sonreír.
Relincha el pellejo, preñado de espuelas,
porque su montura es tan sólo saliva que puebla mejillas,
fundiendo los plomos, matando polillas,
es el sollozo de un pozo con sed,
gemido que atiza el rescoldo de la chimenea,
tinto de pelea, beso de morder,
es el alero que quiere llover,
es levante y tramontana y a la hora de las moscas… chicharrina,
corona de espinas de la que comer,
es una blusa con nudo en el pecho,
es un largo trecho y desaparecer,
es un abrazo de navajas que sangra rosales,
un lecho de paja y cristales,
pozales de hiel bebidos a sorbos y echados a perder,
es una brisa de octubre que tira paredes,
la ubre en que duermo y que quiere
al pétalo enfermo que canta al toser,
trataron de herrarle y cerró las tijeras,
no fue a cal y canto, quedaba la punta de untar las heridas,
sirvieron de lienzo las horas perdidas,
es el antojo del ojo que ve
cómo muere solo a través de la misma mirilla,
de la misma puerta que quiere romper,
es una mano intentando coger
del amor algún pedazo y los tacones en la nuca de la vida,
manzana podrida, quijada de Abel,
que se entretiene desabotonando las claras del día
para verte bien.
Los mismos clavos
Me dices que me parezco a los caracoles,
me sobra techo, me muero en soles
tras espesura del chaparrón,
será que el camino bueno se ha vuelto malo,
o que no quiero pegar ni un palo,
que sólo quiero escuchar tu voz,
que siempre llego a la deshora que me marca el corazón,
y que, cuando estamos a solas, molesta el caparazón,
me dicen que tus braguitas revolotean,
que lo hacen sólo pa que las vea,
que llevan alas de desamor,
será que las ensuciamos tan malamente,
que los colchones son mala gente,
que siempre quieren tener razón,
que siempre llego a la deshora que me marca el corazón,
y que, cuando estamos a solas, molesta el caparazón,
mi casa está donde estás tú,
los mismos ojos, la misma luz,
mi casa está donde estás tú,
los mismos clavos, la misma cruz,
los mismos clavos, el mismo ataúd.
01. La rueca
Marea
02. A caballo
Marea
03. Virgen del fracaso
Marea
04. Con la camisa rota
Marea
05. Latido jondo
Marea
06. El hijo de la Ines
Marea
07. Dos alpargatas
Marea
08. Como los trileros
Marea
09. Ciudad de los gitanos
Marea
10. Al culo de una lombriz (con Rosendo Mercado)
Marea
11. Que se joda el viento
Marea
Compadre, se cansó la mula de la noria
y el espejito de sentirse tan opaco,
el lapicero de comerse las historias,
el calabobos de las nubes de tabaco,
y al bufón se le tuerce la risa con cada amuleto,
se cansó de esperar a su sueño despierto,
¿mi sueño donde está?, durmiendo la tajá,
que se ha pinchado con la rueca en el baño de un bar,
que no es titiritero, ni perro cortijero,
ni la cigarra ni la hormiga le han dejado entrar,
lo mando pa lo oscuro y ya le pueden dar
bien por el culo a los fantasmas de la soledad,,
me bastan cuarenta duros de felicidad,
la boca se cansó de lengua de madera,
los peces viejos de desenredar anzuelos,
cada petacho de tapar besos a ciegas,
mis trasquilones de dormirse entre tu pelo,
y los charcos se aburren dar puñaladas al cielo,
las mañanas de hablarnos con el papo lleno,
¿mi sueño donde está?, durmiendo la tajá,
que se ha pinchado con la rueca en el baño de un bar,
que no es titiritero, ni perro cortijero,
ni la cigarra ni la hormiga le han dejado entrar,
lo mando pa lo oscuro y ya le pueden dar
bien por el culo a los fantasmas de la soledad,,
me bastan cuarenta duros de felicidad,
y si me canso de vender los perdigones
te cuento las pecas, reparto manteca y colchones
a los mesías que vienen a ver
como me canso de embestir los corazones
y cada plazuela me cambia la piel por cartones
que me cambian la cara a su vez,
¿mi sueño donde está?, durmiendo la tajá,
que se ha pinchado con la rueca en el baño de un bar,
que no es titiritero, ni perro cortijero,
ni la cigarra ni la hormiga le han dejado entrar,
lo mando pa lo oscuro y ya le pueden dar
bien por el culo a los fantasmas de la soledad,,
me bastan cuarenta duros de felicidad.
Silencio, me estoy tirando al monte, silencio,
hay pasos que me vienen siguiendo
pero eso es que me ha dao siempre igual,
jaleo, ¿tú te vendrás conmigo?, jaleo,
si hasta al cerrar los ojos te veo,
si nunca nos vienen a buscar,
y los olivos me cuentan que me canso de soñar contigo,
que estoy acorralado y no me quedan tiros,
que va siendo hora de despertar,
y en los nogales acuesto al beso que te empaña los cristales,
el que ha escrito con mierda entre los matorrales
que va a morir en un barrizal,
y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo,
que quiero ver bajar de tu mirada, con las armas cargadas,
bandoleros a caballo,
y con sus crines hacerte una cama para que siempre duermas a mi lado,
y darnos al vaivén de la mañana,
que nos dará más vueltas que una piedra en un barranco,
que una piedra en un barranco,
te huelo, te crees que estoy roncando y te huelo,
y vuelo entre la cama y el suelo,
y vuelvo pa quitar el serrín a tiempo,
a tiempo de decirte nos vemos
y yo seré la sombra de un sueño,
la luz será la luz de un candil
y de un almendro te haré una flauta para que la sople el viento
y una cachaba para apalear al tiempo que siempre se nos quiso escapar,
y de una encina te haré carbón si se te cae la noche encima
y que su manto sea un paño de cocina para desempañarte el cristal,
y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo,
que quiero ver bajar de tu mirada, con las armas cargadas,
bandoleros a caballo,
y con sus crines hacerte una cama para que siempre duermas a mi lado,
y darnos al vaivén de la mañana,
que nos dará más vueltas que una piedra en un barranco,
que una piedra en un barranco,
y agárrate a la grupa si empieza a oler mal,
que vamos galopando hacia ningún lugar,
y ahuecando, que vienen a miles
los Guardia Civiles y la Nacional,
y con menos papeles que una liebre andar,
por trochas y caminos volver a empezar
donde no haya un ojo que vigile,
y tallo corazones a navaja en el torso desnudo de un naranjo,
que quiero ver bajar de tu mirada, con las armas cargadas,
bandoleros a caballo,
y con sus crines hacerte una cama para que siempre duermas a mi lado,
y darnos al vaivén de la mañana,
que nos dará más vueltas que una piedra en un barranco,
que una piedra en un barranco.
Se solla con las bragas, con los pantalones, de tanto sube y baja,
de tanto responder a tantas oraciones con brazaos de paja,
y yo sigo rumiando, blandiendo mi espada en todos los renglones,
¡Válgame, compañera!, sobran ratoneras para tus rincones,
se desdicen los que dicen que su musa ya no es virgen,
que es la Virgen de la Luna, la de la palabra impura,
la más puta, la que pide cuatro capas de pintura
cuando no puede dormirse,
le pido que no venga, que no quiero nada más que lamer los huesos,
que si aparece y quiere que le de patadas me la como a besos,
y su carmín resbala que parece sangre que forma nubarrones,
sonríe y me susurra: “ya no habrá más hambre que la que te comes”,
se desdicen los que dicen que su musa ya no es virgen,
que es la Virgen de la Luna, la de la palabra impura,
la más puta, la que pide cuatro capas de pintura
cuando no puede dormirse,
cuando vuelvas a por mí… ¡adiós delantal!, la barraca la cierro,
si me quedo en el redil…
vete a olisquearle el ojete a otro perro que te haga más caso,
que yo estoy aleteando de nuevo, que rompa los vasos
brindado tus pasos entre vuelo y vuelo,
y los poetas que te cantan que se vayan todos a tomar por culo
que como me ponga chulo voy a hacer alunizajes a cualquier hipermercao
de esos que venden versos y sonetos, y en algún sucio paraje
en cualquier hoyo los meto y no me he de poner traje…
para cagarme en sus muertos,
mientras me barro los pies pa no casarme con nadie que quiera exprimir la vaca,
y en cada mano una faca pa que siempre corra el aire,
¡Válgame virgencita!… ser puta y bendita se hizo para ti…
cuando vuelvas a por mí… ¡adiós delantal!, la barraca la cierro,
si me quedo en el redil…
vete a olisquearle el ojete a otro perro que te haga más caso,
que yo estoy aleteando de nuevo, que rompa los vasos
brindado tus pasos entre vuelo y vuelo.
Vengo a robarte la siesta con la manilla del desván,
con toses de carretero vengo vendiendo cal,
y es que traigo colmo en los cajones
de hollín de mis pulmones, de agujas de tejer,
chispas del cruzar de cables de ojitos miserables
que no quisieron ver,
vengo de trenzar esparto para la reja de un penal,
despeinando a la tristeza, que está recién pintá
y es que guardo su lamento quedo
goteando entre los dedos en cantaros de cinc,
y en zurrones de miseria, bombillas de la feria,
perfume de alperchín,
y me voy con la camisa rota
porque me he hecho una bandera
con guirnaldas de guijarros,
plumas de palomas negras,
que el verso que le di al aire
muere de cualquier manera
y en el cielo de tu boca
se lo comerá la niebla,
vengo a herrar a las orugas para después condecorar
a las abejas que no venden la miel de su panal,
y es que traigo nubes de rabieta que inundan las macetas
de ganas de encallar,
lagrimitas traicioneras, tiñendo las bañeras…
cuchillas de afeitar,
y me voy con la camisa rota
porque me he hecho una bandera
con guirnaldas de guijarros,
plumas de palomas negras,
que el verso que le di al aire
muere de cualquier manera
y en el cielo de tu boca
se lo comerá la niebla.
Si ves que lloro, tírame una trenza,
no seas pelleja y despeja el torreón, mira a ver,
que ataos con un cordel te ofrezco mis respetos,
ni te la meto ni te pongo un cascabel,
que el llorar es por tus ojos, no es por cojones,
que si me miras van cantando Camarones
por seguirillas, latiendo bajo,
como el badajo que hay en nuestros corazones,
que no palpita, que pega voces,
que está hasta el coño de mentiras y de roces,
no quiera el otoño deshojarlo por mí,
si ves que pego coces en la cuadra
abre la puerta y despierta, que no voy a meter
mi vida en tu sostén, ni la tuya en un marco,
demasiado charco pa este barco de papel,
de besar… beso a la luna, pa hacerte un feo,
me da un deseo y pido el mango de una escoba,
de lomo bravo, de pelos tiesos,
para montarla o pa mover la sopa boba
que he comerme solo y compuesto,
y lo que sobre… a los geranios de tus tiestos,
no quiera el invierno marchitarlos por mí,
que la madrugada solo se dedique a pudrir tendederos,
que la hagan morir resaca y luceros,
por sus tuberías corren poesías de lo que más quiero
y lo quiero perder… no quiero querer,
latido jondo es lo que quiere tener
mi cama que no tiene sueños,
un ruido sordo que desconche al pasar
las paredes del pecho,
latido jondo, más hondo que un mar de hiel
amargo del fondo hasta el techo,
ratas a bordo y tira millas que en la orilla
nadie nos puede ver,
si oyes que llueve ruina en la despensa
dale a las ubres, las manos nunca piensan ni ven,
que ya no hay más que ver, ni luz, ni dios que baje,
ni más brebaje pa abrevar que el de tu sed,
de beber… bebo por gula, no por sediento,
me importa poco si fue uno o fueron cientos
los paladares que echas de menos
que pa mi credo solo quiero un mandamiento,
que mis babosos labios de invierno
sigan lamiendo las hojitas de un cuaderno,
no quiera el verano deshojarlo por mí,
que la madrugada solo se dedique a pudrir tendederos
si quiere perder, si quiere querer,
latido jondo
es lo que quiero tener.
Buscaré tu jaula a tientas
pa que otra vez me mientas
y digas que no hay carbón
que manche mi almohada
que el alma me chilla,
que salen astillas de mi corazón,
sube conmigo a la acera,
verás la tiritera que da de ver el color
que dan a la tierra los hijos de perra
que pintan de oscuro todo corazón
que se atreva a latir,
y quieren derribar el tronco
de ruiseñores roncos
donde vivimos tú y yo,
que no tiene dueño, ni dioses, ni reyes,
que suenen los muelles de mi corazón,
“ten cuidado con la luna”- dicen las estrellas-
mas guapa que ninguna me quedo con ella otra vez,
me mato pero al rato vuelvo a nacer,
bizquean las farolas de los sueños míos,
mis pensamientos llenan de escombros el río de miel,
de cada sitio que toca su piel,
mi madriguera tiene cuatro mil ventanas,
para salir corriendo si me viene en gana correr…
y que amanezca si va a amanecer,
que el hijo de la Inés me ha roto las esquinas,
para que en mi cabeza aniden golondrinas, ya ves,
no sabe ná de lo que hay que saber,
y en su patio caen las pinzas de la ropa de algún dios
para que le abra la puerta ,
y en el mío, de cuclillas, se ha puesto a cagar el sol,
para que nunca me duerma,
que dicen que la noche se ha quedado corta,
a ti te da lo mismo y a mi no me importa, y ayer…
¿qué voy a hacerle si ayer era ayer?,
que el hijo de la Inés no entiende de colores
y dice que entre amores nunca se ha caído de pie,
que se descuida y se vuelve a caer,
y en su patio caen las pinzas de la ropa de algún dios
para que le abra la puerta ,
y en el mío, de cuclillas, se ha puesto a cagar el sol,
para que nunca me duerma.
Son un barreño tus tristes ojos,
cuando no estamos cerca somos dos gorriones cojos,
dos alpargatas de piel de saco
y un puerto cada cama donde no atraca ni un barco,
y una mijilla de sol a la terraza
y al poco paladas de arena para el corazón
que muera en tus brazos,
que de taconazos con la luna llena,
y entre mis borrones he sido un borrico
que quiso besar el aire y la acera y quedarse contigo
y no puede ser,
no vuelvo a nadar en los mares de trigo
que se ensucia el pan de mirarme al ombligo,
llegan las dudas, echa el pestillo
que saco un ramillete y después paso el cepillo
con mi chaqueta de seis botones
que no me la cambiaron ni hijoputas ni ladrones,
y de puntillas se irá la soledad
después de cambiarme los pétalos del azahar
por una chumbera que pinche los globos de mi primavera,
y entre mis borrones he sido un borrico
que quiso besar el aire y la acera y quedarse contigo
y no puede ser,
no vuelvo a nadar en los mares de trigo
que se ensucia el pan de mirarme al ombligo,
y en mis dinteles, el mal fario se va haciendo fuerte
y rebuznando se me olvida que vine a verte,
que si en las baldas de tu armario no busco comida
tal vez me acorrale la vida y me folle la suerte,
y entre mis borrones he sido un borrico
que quiso besar el aire y la acera y quedarse contigo
y no puede ser,
no vuelvo a nadar en los mares de trigo
que se ensucia el pan de mirarme al ombligo.
Debajo de mi mesa sudan los manteles,
si me echan las cortinas rompo los rieles,
y sube un martinete por las escaleras,
más fino que el coral para que tú me quieras,
y mientras tanto se va anegando el día,
resuena el fuelle con la mirá perdía
y pongo el cazo para achicar porquería,
si voy cuesta arriba, tú me agarras
y otra vez le meto mano al suelo
con saliva en los dedos, como los trileros,
y me llevas a coger chatarra
de esa que hay tirada por tus sueños,
con un ojo en la espalda, como los trileros,
si el cielo me ata corto, ladran los chuqueles,
culeo, me encabrito y rompo los reteles,
y tápiame la playa y cemento a la arena
si mi buenaventura nunca fue tan buena,
y los sudores afilando alicates,
pal calorcillo, que no hay quien lo desate
y apaño miga sin que la vida mi mate,
si voy cuesta arriba, tú me agarras
y otra vez le meto mano al suelo
con saliva en los dedos, como los trileros,
y me llevas a coger chatarra
de esa que hay tirada por tus sueños,
con un ojo en la espalda, como los trileros,
esconde la sorna, el manró y los jurdeles,
si vienen los payos, los picos, las leyes,
cucharas que nos guardan en la estaribel,
respeta a tus batos y nunca les bailes
el agua a otras manos,
ni bebas los mares por nadie
que la sangre te quiera beber,
por nosotros no muere undebel,
que no han de cogernos randando sus peras,
y su puta madre que aguante las velas,
que mueran costaleros que quieran coger
nuestros pies de madera
que abrazan las brasas sin nadie que vea
que el día está herido y la noche cojea
y jalea, que les duele vernos recoger
la alegría en puñados de a diez,
y con ella saciar el puchero
que el ruido de tripas es un sonajero,
y en cueros, se adormece como un churumbel
el amor verdadero,
que no le hace falta deshojar claveles,
ni billetes gordos, ni lucir laureles,
¡que vuelen!, que nos dejen en paz recoger
la alegría en puñados de a diez.
Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle
con las torres de canela.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Por las calles de penumbra,
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás, fugaces,
remolinos de tijeras.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar
sin peines para sus crenchas.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.
Rosa la de los Camborios,
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.
¡Oh ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
(Extracto del poema Romance de la Guardia Civil española, escrito por Federico García Lorca).
Las baldosas que hay en nuestro descansillo
saben lo que follamos,
empezamos enroscando algún tornillo
y se nos fue de las manos,
y a patadas con las piezas nadie pudo
deshacer este puzzle cabezón,
como un rabo de cereza
que las va aguantando de dos en dos,
al culo de una lombriz nos metimos a dormir
mientras afuera todo se derrumbaba y allí
nos fuimos tachando un abril y otro abril,
al culo de una lombriz nos metimos a dormir,
cuando salimos ya no quedaba nada y aquí
seguimos tachando un abril y otro abril,
el huequillo del rellano huele a nicho
y sabe decir “te quiero”,
y aunque sólo quedan bichos
aún recuerda que se nos vio el plumero
asomar por encima de las antenas
y quemarse con las penas del sol,
y aguantar el duermevela
cuando hiela dentro del corazón,
al culo de una lombriz nos metimos a dormir
mientras afuera todo se derrumbaba y allí
nos fuimos tachando un abril y otro abril,
al culo de una lombriz nos metimos a dormir,
cuando salimos ya no quedaba nada y aquí
seguimos tachando un abril y otro abril,
las paredes del portal, mudas y ciegas
donde ya nadie pinta,
ni nosotros, que ya no pintamos nada
ni corremos la tinta,
no hay quien clave con la punta de una llave
recordando un nombre para olvidar,
ni se besan como saben
los que saben que no saben besar.
Ponte el moño apretao, sirena, que se joda el viento,
rompe las horquillas de espuma,
y déjame que te remache sonrisas de hierro
de esas que disipan las brumas,
y sé que entre los males nos lloverán cristales,
yo iré descalzo y tú desnuda
al son del amor del ronco tambor que toque la luna,
vamos a trepar a la copa de este sol de enero,
y a hacer un nido en su ramaje,
y allí reírnos viendo como a cada minutero
se lo devora el oleaje,
y cuando entre mis brazos resuenen cañonazos
yo iré perdido entre tus dunas,
dejándolo todo, quemando los tronos donde reinen dudas,
y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo,
si no somos nadie a nadie va a encontrar,
y si a las heridas quiere echarles sal
sólo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad,
coge resina para untarnos poco a poco el cuerpo,
por si vuelve la ventolera,
y mientras tanto, entre los huecos que nos deje el tiempo
deja volar tu cabellera,
que si a nuestra locura vuelven nubes oscuras
nos cogerán frente con frente y codo con codo,
cada vez más solos, rodeados de gente,
y báñate en mis ojos, que se joda el mar
que quiera mecerte a su antojo,
si no somos nadie a nadie va a encontrar,
y si a las heridas quiere echarles sal
solo va a encontrarse cerrojos
y las cicatrices de la soledad.
01. En las encías
Marea
02. Un hierro sin domar
Marea
03. Muchas lanzas
Marea
04. Jindama
Marea
05. La noche de Viernes Santo
Marea
06. Ocho mares
Marea
07. Copla del precipicio
Marea
08. El temblor
Marea
09. Pajaros viejos
Marea
10. Pecadores
Marea